ORICALCOA (NOVELA PAISA)

29.09.2011 14:15

 

Pedro zancas, cuando estuve a verlo, comenzó diciendo:

 

Juan de Salazar hijo, no era del poder político ni del poder eclesiástico, pero como era del poder económico, pues era uno de los amos del oro, podía por todos los políticos y por todos los clérigos juntos. Fué así como logró con las autoridades de la nueva capital, que se depusiera al pope anterior y se nombrara un pope a la medida de sus ambiciones, aunque no hubiera estudiado para cura. Le nombraron un pope que era todo un gallo para aquello de expropiar las gentes sin alejarlas de las creencias eternas.

 

Y el pope llegó. Se hizo querer de unos y respetar de otros. Se hizo conocer y conoció a cada una de sus “ovejas”. Unos lo apodaban “el gallo” por sus audacias, y otros lo llamaban simplemente el pope. Era el jefe del de la grey, pero haría un papel de segundón. Todas sus intenciones las realizaría por segundas y terceras manos. Utilizaría hasta su propio padrino. Tenía un plan: recuperar para sí todo el oro de aquella tierra. El oro que el pope anterior robó a los azules dizque para comprarles armas para acabar con los rojos. El oro que guardaron los españoles en fuga. El oro que todos los molineros ambiciosos habían robado a sus patronos o a los mismos peones. Todo el oro sería para él, y lo conseguiría piadosamente.

 

Conocía muy bien el arte de “sacar el dinero con manos ajenas”, porque lo había aprendido divinamente en la sacristía de la vieja capital que por casualidad le correspondió desempeñar. Ahora como pope en jefe, aplicaría toda esa sabiduría.